Si bien, estadísticamente, la inmensa mayoría de accidentes aéreos se deben a factores humanos, la mera expresión "error del piloto" no lleva a ninguna parte. El punto principal que es el porqué.
Muchos pasajeros creen, erróneamente, que la maniobra de frustrar la aproximación es algo que entraña algún peligro y nada más lejos de la realidad. Salvo que concurra alguna emergencia adicional, hacer un go-around (volver a elevar el avión y dar la vuelta para reintentar el aterrizaje con mayor seguridad) es precisamente lo más seguro que pueden hacer los pilotos en determinadas circunstancias y no hacerlo es lo que puede derivar en catástrofe, como le ocurrió al vuelo 331 en 2009.
Las operaciones de despegue y aterrizaje no son peligrosas, pero sí son las fases más críticas de cualquier vuelo. Es por ello por lo que existe la llamada ‘regla de la cabina estéril´. Ignorar esta regla puede tener terribles consecuencias, tal y como le ocurrió al vuelo 410 de Avianca en 1988.
En 1985 tuvo lugar la que es, hasta la fecha, la mayor tragedia aérea de la historia de Canadá. Los investigadores nunca llegaron a ponerse de acuerdo sobre sus causas.
Un fallo inesperado durante la carrera despegue desencadenó una cadena de eventos que reveló graves deficiencias en los procedimientos de seguridad y mantenimiento.
La pérdida de conciencia situacional puede llegar a causar un accidente aéreo. Si a eso le unimos problemas relacionados con los procedimientos operativos de la aerolínea, el desastre está garantizado.
Este accidente, ocurrido en 2006, subrayó la importancia de la claridad en las comunicaciones entre la tripulación de vuelo y el control de tráfico aéreo, así como la necesidad de verificar la orientación de la pista antes del despegue, especialmente en condiciones de baja visibilidad.
La fatiga en los pilotos es un factor muy importante en muchos accidentes aéreos. En el caso del vuelo 812 de Air India Express, una serie de malas decisiones por parte de su agotado capitán, unido a una falta de comunicación de la tripulación durante una aproximación no estabilizada, dieron como resultado el tercer desastre aéreo por número de víctimas ocurrido en la India.
Los accidentes aéreos nunca ocurren por una única causa. Son siempre una concatenación de circunstancias desafortunadas. En 1987, una combinación de gestión de riesgos inadecuada, unida a una tripulación inexperta y poco preparada, provocó una tragedia que podría haberse evitado con un poco de prudencia, un recordatorio de que cuando las condiciones no son óptimas, nunca se es demasiado cauteloso.
En aviación hay procedimientos prácticamente para todo. Eso hace que la correcta formación de los pilotos sea algo fundamental para que estos sepan en todo momento cómo actuar y qué procedimiento han de seguir en caso de emergencia. Una formación deficiente es un camino directo al desastre, como le ocurrió al vuelo 92 de British Midland en 1989.
Mucha gente desconoce el importantísimo papel de los auxiliares de vuelo (TCP), pero están para salvar nuestras vidas en caso de que a la aeronave le ocurra algo parecido a este caso.
Un claro caso de estudio sobre cómo la desorientación espacial puede afectar a la actuación y el juicio de un piloto, y cómo una gestión deficiente de los factores humanos puede contribuir a un desenlace fatal.
Mantener el centro de gravedad dentro de límites específicos es crucial para garantizar un vuelo seguro y maniobras controladas. Si está desplazado incorrectamente, puede poner en peligro la seguridad de la aeronave.
Los accidentes aéreos no ocurren en vano. Con cada siniestro, la industria aprende valiosas lecciones que contribuyen a hacer a la aviación cada día más segura.
Los aviones comerciales llevan a bordo complejos sistemas informáticos conectados a multitud de sensores, pero ¿qué pasa si el sistema proporciona información errónea?
Los años 80 fueron muy difíciles para la aviación, por la gran cantidad de accidentes que tuvo que enfrentar. Aeroflot, la principal aerolínea de la Unión Soviética, sufrió muchos y serios incidentes en aquellos días.
Las apariencias engañan y en los accidentes aéreos hay que esperar siempre a la investigación oficial. Un caza militar parecía haber sido el responsable de esta tragedia, pero la causa real fue mucho más inquietante.
Todas las tragedias aéreas nos dejan enseñanzas para el futuro, pero la del vuelo 28M nos mostró, por las malas, la importancia de las evacuaciones.
Este accidente reveló tal cadena de despropósitos en la aviación comercial canadiense que llevó consigo un cambio profundo y radical en la propia forma de investigar estos sucesos.
La desorientación espacial en vuelo puede ser mortal para los pilotos. La pérdida de referencias visuales y la confusión sobre la posición y orientación del avión pueden llevar a maniobras peligrosas e incluso la pérdida de control. Esta situación se agrava sobremanera si los instrumentos de la aeronave ofrecen información errónea.