En 1970, lo que parecía ser un vuelo rutinario entre Montreal y Toronto terminaría en tragedia cuando, pocos minutos antes de aterrizar, un Douglas DC-8 con 109 personas a bordo se estrelló en un campo de Brampton, muy cerca del Aeropuerto Internacional Pearson, debido a un error humano. Todos a bordo perdieron la vida en el que es, hasta la fecha, el cuarto peor accidente de la historia de la aviación canadiense.
El 31 de enero de 2001, dos aviones de fuselaje ancho de Japan Airlines, con casi 700 personas a bordo, consiguieron evitar in extremis una colisión en pleno vuelo por tan sólo unos pocos metros, cuando sobrevolaban la bahía de Suruga, en Japón.
Lo que comenzó como un simple problema con los neumáticos se convirtió en uno de los desastres más devastadores de la historia de la aviación. En menos de 30 minutos, un DC-8 con 261 personas a bordo pasó de estar despegando a convertirse en una bola de fuego descontrolada en los cielos de Arabia Saudita, un infierno en el aire que pudo haberse evitado.
El 9 de julio de 2024, el vuelo 8073 de LATAM Brasil, un Boeing 777-300, sufrió daños importantes en su fuselaje al experimentar un tail strike durante la maniobra de despegue en Milán (Italia). Hace sólo unos días hemos conocido que la aerolínea ha despedido fulminantemente a los pilotos de dicho vuelo, tras hacerse público el informe oficial preliminar de la investigación del incidente. ¿Qué ocurrió?
El accidente del vuelo 070 de Cameroon Airlines en 2000 es un recordatorio sombrío de la importancia de la disciplina operativa y la estricta adherencia a los procedimientos en la aviación. El despegue y el aterrizaje no son peligrosos, pero sí fases críticas del vuelo, por lo que mantener la cabina de mando libre de distracciones resulta vital.
En 1979, el Aeropuerto Internacional de Ciudad de México asistió a una de las mayores catástrofes aéreas ocurridas en el país azteca, un accidente resultado de una concatenación de errores humanos y que resaltó la importancia de una comunicación clara, procedimientos estrictos y la gestión de la fatiga de los pilotos en la aviación.
Una reparación mal resuelta veinte años atrás originó en 2002 uno de los peores accidentes aéreos del siglo XXI cuando un Boeing 747 de China Airlines se desintegró en medio del océano pereciendo sus 225 ocupantes.
Las despresurizaciones en vuelo no son frecuentes, pero cuando ocurren suelen provocar pánico entre los pasajeros. Sin embargo, los pilotos están entrenados para manejar estas situaciones y hay una serie de procedimientos de seguridad establecidos, como ejecutar un descenso de emergencia, algo que, en contra de lo que mucha gente cree, no implica, ni mucho menos, que el avión empiece a caer en picado ni que quede “fuera de control”. Un ejemplo de todo esto es la historia del vuelo 812 de Southwest en 2011.
En aviación, no es suficiente con que los pilotos estén correctamente formados y entrenados, han de ser además conscientes de qué están haciendo y por qué en cada momento. Esta es la mejor manera de reducir al mínimo la posibilidad de un error humano en vuelo.
En aviación comercial existe un ya casi eterno debate sobre la automatización de las cabinas (cockpits) y hasta qué grado es conveniente llevarlas. Si bien es cierto que en la mayoría de ocasiones van a contribuir a reducir la carga de trabajo de los pilotos y, en consecuencia, a incrementar la seguridad de los vuelos, si dichas automatizaciones no llevan aparejadas también un intenso proceso de información y formación a las tripulaciones, pueden acarrear un accidente como el del vuelo 072 de Air France en 1993.
Los años 70 fueron claves en materia de seguridad aérea y puso de manifiesto numerosas deficiencias que, afortunadamente, se subsanarían años más tarde en todo el mundo. La falta de acción inmediata tras el accidente del vuelo 189 de Air Canada, en 1978, llevó a una situación donde las mismas deficiencias contribuyeron a otro accidente 27 años después.
Los aviones comerciales están cada día más automatizados. Esto ayuda a mejorar la seguridad aérea y a reducir la carga de trabajo de los pilotos durante el vuelo. Sin embargo, cuando el diseño de los sistemas no se hace teniendo en cuenta el factor humano y a esto se le unen una concatenación de circunstancias desafortunadas, las consecuencias pueden ser terribles, como ocurrió en el vuelo 1951 de Turkish Airlines, en 2009
Si bien, estadísticamente, la inmensa mayoría de accidentes aéreos se deben a factores humanos, la mera expresión "error del piloto" no lleva a ninguna parte. El punto principal que es el porqué.
Muchos pasajeros creen, erróneamente, que la maniobra de frustrar la aproximación es algo que entraña algún peligro y nada más lejos de la realidad. Salvo que concurra alguna emergencia adicional, hacer un go-around (volver a elevar el avión y dar la vuelta para reintentar el aterrizaje con mayor seguridad) es precisamente lo más seguro que pueden hacer los pilotos en determinadas circunstancias y no hacerlo es lo que puede derivar en catástrofe, como le ocurrió al vuelo 331 en 2009.
Las operaciones de despegue y aterrizaje no son peligrosas, pero sí son las fases más críticas de cualquier vuelo. Es por ello por lo que existe la llamada ‘regla de la cabina estéril´. Ignorar esta regla puede tener terribles consecuencias, tal y como le ocurrió al vuelo 410 de Avianca en 1988.
En 1985 tuvo lugar la que es, hasta la fecha, la mayor tragedia aérea de la historia de Canadá. Los investigadores nunca llegaron a ponerse de acuerdo sobre sus causas.
Un fallo inesperado durante la carrera despegue desencadenó una cadena de eventos que reveló graves deficiencias en los procedimientos de seguridad y mantenimiento.
La pérdida de conciencia situacional puede llegar a causar un accidente aéreo. Si a eso le unimos problemas relacionados con los procedimientos operativos de la aerolínea, el desastre está garantizado.
Este accidente, ocurrido en 2006, subrayó la importancia de la claridad en las comunicaciones entre la tripulación de vuelo y el control de tráfico aéreo, así como la necesidad de verificar la orientación de la pista antes del despegue, especialmente en condiciones de baja visibilidad.
La fatiga en los pilotos es un factor muy importante en muchos accidentes aéreos. En el caso del vuelo 812 de Air India Express, una serie de malas decisiones por parte de su agotado capitán, unido a una falta de comunicación de la tripulación durante una aproximación no estabilizada, dieron como resultado el tercer desastre aéreo por número de víctimas ocurrido en la India.
Los accidentes aéreos nunca ocurren por una única causa. Son siempre una concatenación de circunstancias desafortunadas. En 1987, una combinación de gestión de riesgos inadecuada, unida a una tripulación inexperta y poco preparada, provocó una tragedia que podría haberse evitado con un poco de prudencia, un recordatorio de que cuando las condiciones no son óptimas, nunca se es demasiado cauteloso.
En aviación hay procedimientos prácticamente para todo. Eso hace que la correcta formación de los pilotos sea algo fundamental para que estos sepan en todo momento cómo actuar y qué procedimiento han de seguir en caso de emergencia. Una formación deficiente es un camino directo al desastre, como le ocurrió al vuelo 92 de British Midland en 1989.
Mucha gente desconoce el importantísimo papel de los auxiliares de vuelo (TCP), pero están para salvar nuestras vidas en caso de que a la aeronave le ocurra algo parecido a este caso.
Un claro caso de estudio sobre cómo la desorientación espacial puede afectar a la actuación y el juicio de un piloto, y cómo una gestión deficiente de los factores humanos puede contribuir a un desenlace fatal.
Mantener el centro de gravedad dentro de límites específicos es crucial para garantizar un vuelo seguro y maniobras controladas. Si está desplazado incorrectamente, puede poner en peligro la seguridad de la aeronave.
Los accidentes aéreos no ocurren en vano. Con cada siniestro, la industria aprende valiosas lecciones que contribuyen a hacer a la aviación cada día más segura.
Los aviones comerciales llevan a bordo complejos sistemas informáticos conectados a multitud de sensores, pero ¿qué pasa si el sistema proporciona información errónea?
Los años 80 fueron muy difíciles para la aviación, por la gran cantidad de accidentes que tuvo que enfrentar. Aeroflot, la principal aerolínea de la Unión Soviética, sufrió muchos y serios incidentes en aquellos días.
Las apariencias engañan y en los accidentes aéreos hay que esperar siempre a la investigación oficial. Un caza militar parecía haber sido el responsable de esta tragedia, pero la causa real fue mucho más inquietante.
Todas las tragedias aéreas nos dejan enseñanzas para el futuro, pero la del vuelo 28M nos mostró, por las malas, la importancia de las evacuaciones.
Este accidente reveló tal cadena de despropósitos en la aviación comercial canadiense que llevó consigo un cambio profundo y radical en la propia forma de investigar estos sucesos.
La desorientación espacial en vuelo puede ser mortal para los pilotos. La pérdida de referencias visuales y la confusión sobre la posición y orientación del avión pueden llevar a maniobras peligrosas e incluso la pérdida de control. Esta situación se agrava sobremanera si los instrumentos de la aeronave ofrecen información errónea.