Pedro Carvalho

Pedro Carvalho


Actualizado: 03 FEB 2025 - 14:00 CET

El 1 de febrero de 2003 fue un día que quedó grabado en la historia de la exploración espacial. El transbordador espacial Columbia se desintegró a ojos del mundo al reentrar en la atmósfera terrestre, cobrándose las vidas de sus siete tripulantes. Esta catástrofe no sólo representó una de las mayores tragedias en la historia de la NASA, sino que también marcó el principio del fin del programa Space Shuttle, acelerando la transición hacia nuevas naves y procedimientos de seguridad más rigurosos, pero ¿qué fue lo que pasó exactamente? Este artículo analiza en detalle la cadena de errores que llevaron a la tragedia y sus consecuencias para la exploración espacial.

El Columbia: El pionero del programa Space Shuttle

El transbordador Columbia en su misión inaugural en 1981
El transbordador Columbia en su misión inaugural en 1981

El Columbia fue el primer transbordador en entrar en servicio. En 1981, realizó la primera misión orbital de la historia de los transbordadores espaciales, convirtiéndose en el encargado de inaugurar la era del programa Space Shuttle. El programa Space Shuttle nació en la década de 1970 con el objetivo de desarrollar un vehículo reutilizable que permitiera abaratar los altos costes de acceso al espacio.

En concreto, la NASA diseñó los transbordadores como naves multipropósito, capaces de transportar satélites, realizar experimentos científicos, acoplarse a estaciones espaciales y regresar a la Tierra planeando como un avión.

El primer transbordador construido fue el Enterprise, un prototipo que nunca llegó al espacio, ya que fue utilizado exclusivamente para pruebas atmosféricas y de aterrizaje. Su nombre fue elegido en honor a la icónica nave de Star Trek, tras una campaña llevada a cabo por fans de la serie, una campaña que merecería un artículo propio en sí misma.

Sin embargo, sería el Columbia en quien recaería el honor de ser el primer transbordador operativo, convirtiéndose en 1981 en la primera nave del programa en subir al espacio. Le siguió el malogrado Challenger, en 1983, pero fue destruido en el trágico accidente de 1986, cuando explotó apenas 73 segundos después del despegue.

A partir de 1984, la NASA introdujo el Discovery, una nave que participó en numerosas misiones clave, incluyendo el despliegue del telescopio espacial Hubble en 1990. En 1985, entró en servicio el Atlantis, que desempeñó un papel fundamental en la construcción y mantenimiento de la Estación Espacial Internacional (ISS).

Tras la pérdida del Challenger, la NASA construyó un nuevo transbordador, el Endeavour, que realizó su primer vuelo en 1992.

Sin embargo, a diferencia de los transbordadores que le siguieron, el Columbia era más pesado y robusto, lo que limitaba su capacidad de carga, por lo que, con el tiempo, se convirtió en el transbordador utilizado principalmente en misiones científicas y experimentales, como la misión STS-107.

La misión STS-107: Ciencia en microgravedad

La misión STS-107 no tenía como objetivo acoplarse a la Estación Espacial Internacional (ISS), sino realizar diversos experimentos en un entorno de microgravedad. La tripulación pasó 16 días en órbita llevando a cabo más de 80 investigaciones científicas.

Esta imagen de archivo sin fecha, proporcionada por la NASA y obtenida el 26 de agosto de 2003, muestra a la tripulación del último vuelo del transbordador espacial Columbia, que se estrelló el 1 de febrero de 2003. NASA/AFP
Esta imagen de archivo sin fecha, proporcionada por la NASA y obtenida el 26 de agosto de 2003, muestra a la tripulación del último vuelo del transbordador espacial Columbia, que se estrelló el 1 de febrero de 2003. NASA/AFP

A bordo viajaban siete astronautas:
- Rick D. Husband (Comandante)
- William C. McCool (Piloto)
- Michael P. Anderson
- Ilan Ramon
- Kalpana Chawla
- David M. Brown
- Laurel B. Clark

El Columbia debía aterrizar en el Centro Espacial Kennedy el 1 de febrero de 2003 tras completar con éxito su misión. Sin embargo, la nave nunca llegó a su destino.

¿Qué ocurrió?

El accidente del Columbia no fue un evento repentino como el del Challenger. En este caso, la causa de la tragedia ocurrió durante el lanzamiento, pero sus consecuencias no se manifestaron hasta 16 días después, cuando la nave reingresó en la atmósfera terrestre.

Últimas imágenes del Columbia mientras se desintegra
Últimas imágenes del Columbia mientras se desintegra

Durante el lanzamiento, un trozo de espuma aislante de aproximadamente 750 gramos se desprendió del tanque externo de combustible y golpeó el ala izquierda del transbordador a gran velocidad.


Aunque la espuma en sí no era un material especialmente denso, el impacto ocurrió cuando la nave viajaba a más de 800 km/h, generando una enorme fuerza de colisión.

Como resultado, la espuma perforó el escudo térmico compuesto por losetas de carbono-carbono reforzado, diseñadas para proteger la nave del intenso calor generado durante la reentrada.

El golpe abrió una brecha de aproximadamente 25 cm de diámetro en el borde de ataque del ala izquierda, dejando una vulnerabilidad crítica que pasó desapercibida durante toda la misión.

En la NASA, algunas imágenes del lanzamiento mostraron el desprendimiento de la espuma y su impacto contra el ala. Algunos ingenieros manifestaron su preocupación, pero los directivos descartaron la posibilidad de que el daño pudiera comprometer la reentrada, argumentando que en anteriores misiones también se habían producido desprendimientos de espuma sin consecuencias graves.

Sin embargo, lo que se desconocía en aquel momento era que este impacto había causado un daño letal, que permitiría la entrada de gases calientes durante el reingreso, debilitando la estructura del transbordador hasta su desintegración total sobre Texas.

La catástrofe en la reentrada

El 1 de febrero de 2003, tras 16 días en órbita, el Columbia inició su regreso a la Tierra. Todo parecía transcurrir con normalidad, pero la nave ya estaba condenada desde el momento en que había despegado.

Varias personas trabajan en la sala de control del Centro de Control de Misión de la NASA en Houston el 16 de enero de 2003. El transbordador espacial Columbia despegó del Centro Espacial Kennedy en Florida a las 10:39 a.m. ET. / NASA
Varias personas trabajan en la sala de control del Centro de Control de Misión de la NASA en Houston el 16 de enero de 2003. El transbordador espacial Columbia despegó del Centro Espacial Kennedy en Florida a las 10:39 a.m. ET. / NASA

A medida que el transbordador descendía y entraba en las capas más densas de la atmósfera terrestre, su estructura comenzó a soportar temperaturas superiores a los 1.500 °C, propias del roce con la atmósfera a hipervelocidades. Fue entonces cuando el aire incandescente entró a través de la brecha en el ala izquierda, causada por el impacto de la espuma durante el lanzamiento.

Este aire abrasador comenzó a fundir y debilitar la estructura interna de la nave, destruyendo progresivamente los sistemas de control.

Los sensores del Columbia registraron aumentos inusuales de temperatura y fluctuaciones de presión, lo que indicaba que algo iba terriblemente mal. En el Centro de Control de Misión en Houston, los ingenieros observaban con inquietud cómo se recibían alertas de fallos en los sistemas hidráulicos y en los sensores del ala izquierda. Algo espantoso estaba a punto de ocurrir.

A 60 km de altitud y viajando a 23.000 km/h, el daño en el ala izquierda hizo que la nave se inclinara bruscamente, lo que generó un desequilibrio aerodinámico fatal. Los sistemas de control intentaron corregir la trayectoria, pero la nave estaba demasiado comprometida estructuralmente y entró en un giro incontrolable.

Como consecuencia de estas maniobras extremas, la tripulación fue sometida a fuerzas G masivas, probablemente superiores a 15 G. Para poner en contexto, una persona sin traje presurizado puede perder el conocimiento a partir de 4-6 G sostenidos, por lo que a estas magnitudes es casi seguro que los astronautas perdieron la consciencia en cuestión de segundos debido a la falta de flujo sanguíneo al cerebro.

En este punto, la cabina de la tripulación se desprendió del fuselaje principal, separándose del resto de la nave. Aunque por un breve instante permaneció estructuralmente intacta, no estaba diseñada para soportar la reentrada sin el resto del transbordador. Se despresurizó casi de inmediato, lo que habría causado hipoxia a los astronautas si aún estaban conscientes.

Instantes después, la combinación de la despresurización, las fuerzas extremas y el calor abrasador de la reentrada desintegró la cabina. Cuando los restos del Columbia tocaron tierra en Texas y Luisiana, la tripulación ya había fallecido mucho antes.

Los informes de la NASA sobre los restos de la cabina revelaron que algunos interruptores de los trajes espaciales fueron activados manualmente, lo que sugiere que al menos algunos miembros de la tripulación intentaron reaccionar cuando comenzaron los problemas. Sin embargo, la rápida secuencia de eventos no les dejó ninguna posibilidad de salvarse.

Desde Houston, los controladores de misión solo pudieron mirar impotentes cómo los datos del transbordador desaparecían uno a uno de sus pantallas.

El último mensaje de la tripulación fue recibido a las 08:59:32 a.m., cuando Rick Husband, el comandante del Columbia, pronunció sus últimas palabras: "Roger, uh, bu… [interferencia]". Segundos después, se perdió todo contacto.

Investigación y consecuencias

La comisión de investigación (CAIB) determinó que la causa principal del accidente fue el impacto de la espuma, pero también hubo una serie de causas contribuyentes: la NASA ignoró las advertencias internas sobre el riesgo de desprendimientos en los lanzamientos. Existía una cultura organizacional deficiente, similar a la que llevó al accidente del Challenger en 1986.

La astronauta Laurel B. Clark mira a través de una ventana situada en la cubierta de vuelo de popa del transbordador espacial Columbia. Esta foto estaba en un rollo de película sin procesar que se recuperó de entre los escombros. / NASA
La astronauta Laurel B. Clark mira a través de una ventana situada en la cubierta de vuelo de popa del transbordador espacial Columbia. Esta foto estaba en un rollo de película sin procesar que se recuperó de entre los escombros. / NASA

Tras el accidente del Columbia, la NASA implementó una serie de medidas de seguridad y cambios operativos para evitar que una tragedia similar volviera a ocurrir.

Estas medidas abarcaron desde mejoras técnicas en los transbordadores hasta cambios en la cultura organizacional y en los procedimientos de misión.

Una de las medidas clave fue la inspección en órbita del escudo térmico, algo que antes del Columbia no se realizaba de manera rutinaria. Se introdujeron inspecciones detalladas antes de la reentrada, utilizando cámaras y sensores para detectar posibles daños en el fuselaje. Además, se incorporó un brazo robótico con escáner láser, permitiendo a los astronautas examinar en vuelo las losetas térmicas y evaluar su estado.

Otro cambio fundamental fue el rediseño del tanque externo de combustible, cuya espuma aislante había sido la causa del impacto en el ala del Columbia. Se mejoró el material y la técnica de aplicación del aislamiento para reducir el desprendimiento de fragmentos durante el lanzamiento, además de reforzar las zonas críticas del tanque para minimizar el riesgo de impacto en la nave.

Se estableció también una monitorización más exhaustiva del escudo térmico, utilizando satélites y telescopios terrestres para observar cada lanzamiento en tiempo real y detectar posibles daños. Para complementar este sistema, se entrenó a la tripulación en técnicas de reparación en órbita, en caso de que fuera necesario corregir problemas antes del regreso a la Tierra.

A nivel organizacional, la NASA llevó a cabo una profunda reforma en la gestión de misiones. Se creó la Oficina de Seguridad y Misiones Tripuladas, un equipo independiente encargado de evaluar los riesgos y posibles daños durante cada misión. Con este cambio, se priorizó la seguridad por encima de los plazos de lanzamiento, eliminando la presión operativa que había llevado a ignorar advertencias en el pasado.

El shuttle siendo escoltado por dos cazas / NASA

Otro aspecto clave fue la transformación de la cultura organizacional de la NASA, fomentando una comunicación más abierta entre ingenieros y directivos. Se eliminó la burocracia que impedía a los expertos expresar preocupaciones sobre la seguridad, promoviendo un entorno en el que cualquier riesgo pudiera ser discutido sin temor a represalias.

También se estableció que ninguna misión Shuttle despegaría sin un plan de contingencia para evacuar a la tripulación en caso de emergencia y se diseñaron planes para que los astronautas esperaran en la ISS hasta que llegara una nave de rescate.

Estas reformas, aunque llegaron demasiado tarde para la tripulación del Columbia, fueron esenciales para garantizar que nunca más se repitiera una tragedia similar en el programa Shuttle.

Desde su implementación, ningún otro transbordador sufrió un accidente catastrófico hasta el final del programa en 2011. Sin embargo, el desastre dejó en evidencia una realidad que la NASA ya no podía ignorar: el diseño del Shuttle era intrínsecamente peligroso.

El mayor problema del transbordador espacial era la ubicación de su tanque externo de combustible, adosado directamente a la estructura de la nave. Durante cada lanzamiento, la nave quedaba expuesta a posibles desprendimientos de fragmentos del tanque, como ocurrió con el Columbia. Aunque la NASA introdujo mejoras para reducir este riesgo, no podía eliminarlo por completo. Además, el Shuttle carecía de un sistema de escape efectivo en caso de emergencia durante la fase de ascenso, lo que significaba que, si algo fallaba en los primeros minutos de vuelo, la tripulación tenía muy pocas posibilidades de sobrevivir.

Ante esta situación, la NASA concluyó que seguir operando los transbordadores a largo plazo no era viable. Se tomó la decisión de retirarlos una vez finalizada la construcción de la Estación Espacial Internacional (ISS), que era su principal misión en los años 2000. A partir de entonces, la agencia espacial comenzó a desarrollar nuevos conceptos de naves más seguras y eficientes, como Orion, destinada a la exploración del espacio profundo.

El Columbia no solo marcó el fin del programa Shuttle, sino también el inicio de una nueva era en la exploración espacial. Su tragedia llevó a un cambio de paradigma en la NASA, que pasó de depender de una flota de transbordadores reutilizables a buscar vehículos más seguros y especializados para cada tipo de misión. Aunque el Shuttle permitió logros extraordinarios en sus 30 años de servicio, su retirada era inevitable.

Foto portada: El transbordador espacial Columbia despega del Centro Espacial Kennedy de Florida el 16 de enero de 2003 en su última misión, la STS-107 / NASA

Fuentes y referencias:

· Informe de la Junta de Investigación del Accidente del Columbia (CAIB): Columbia Accident Investigation Board Report · Página Oficial de la NASA sobre el Accidente del Columbia · Informe de la Investigación sobre la Supervivencia de la Tripulación del Columbia