Pedro Carvalho

Pedro Carvalho


Publicado originalmente el 10/02/2025 - 23:55 UTC
Actualizado: 10/02/2025 - 23:55 UTC

En la historia de la exploración espacial, hay misiones que abren caminos y otras que se pierden en la inmensidad del Cosmos, olvidadas. Sin embargo, hay un grupo selecto de naves que han dejado una huella imborrable, no por sus descubrimientos científicos (que también), sino por lo que representaron para la humanidad. Entre estas últimas, las sondas Pioneer 10 y Pioneer 11 ocupan un lugar especial, pues no en vano fueron los primeros artefactos creados por el ser humano en alcanzar los planetas exteriores y en aventurarse más allá de los límites del Sistema Solar. Sin embargo, su legado va aún más lejos: ambas naves fueron también las primeras en transportar un mensaje interestelar, como una carta en una botella arrojada a la inmensidad del océano cósmico.

Pioneer 10: Rompiendo fronteras
Dirigida por el Ames Research Center (ARC) de la NASA, en el Silicon Valley californiano, la Pionner 10 fue la primera nave espacial diseñada para viajar más allá de la órbita de Marte.

Lanzada el 2 de marzo de 1972, la Pioneer 10 fue la primera sonda en cruzar el cinturón de asteroides y sobrevolar Júpiter. Antes de alcanzarlo en diciembre de 1973, no sabíamos con certeza si una nave podría atravesar con éxito su intenso cinturón de radiación sin fallos catastróficos.

El campo magnético del gigante gaseoso genera niveles de radiación miles de veces superiores a los de la Tierra, lo que suponía un riesgo enorme para la electrónica de la época.

Sin embargo, la Pioneer 10 logró acercarse hasta solo 132.000 km de la atmósfera joviana y enviar imágenes espectaculares de las tormentas y cinturones nubosos del planeta, abriendo la puerta a futuras misiones como las Voyager, Galileo y Juno.

Su éxito demostró que la exploración de los planetas exteriores era posible y que la tecnología podía resistir las condiciones extremas del espacio profundo.

Júpiter a los ojos de la Pionner 10 / NASA
Júpiter a los ojos de la Pionner 10 / NASA

El 10 de febrero de 1976, hace hoy 49 años, la Pioneer 10 se convirtió en la primera nave espacial en cruzar la órbita de Saturno. En su camino, proporcionó datos que revelaron la existencia de una colosal cola magnética de Júpiter que se extiende por casi 800 millones de kilómetros, lo suficiente como para alcanzar Saturno.

La cola magnética de Júpiter es una región alargada de plasma y campo magnético que se extiende en dirección opuesta al Sol, generada por la interacción de la magnetosfera joviana con el viento solar. Se trata de una estructura colosal que se prolonga a lo largo de cientos de millones de kilómetros en el espacio interplanetario; un descubrimiento que ayudó a entender mejor la influencia de los campos magnéticos de los gigantes gaseosos.

Con el tiempo, la Pioneer 10 siguió alejándose de la Tierra, convirtiéndose en el primer objeto fabricado por el ser humano en salir del Sistema Solar. En enero de 2003, la NASA recibió su última señal desde una distancia de 12.230 millones de kilómetros. Aunque ya no responde, la sonda sigue su viaje silencioso hacia el vacío interestelar, portando un mensaje único.

Placa dorada de las Pionner / NASA
Las Pionner transportan una placa dorada, diseñada por Carl Sagan y Frank Drake, con un mensaje dirigido a posibles civilizaciones extraterrestres. En concreto, muestra dos figuras humanas, un diagrama de la posición del Sol en la galaxia y una representación de la sonda. / NASA

El primer mensaje interestelar

Mucho antes de los famosos discos de oro de las Voyager, las Pioneer 10 y 11 fueron las primeras naves en llevar una representación simbólica de la humanidad al espacio profundo. Diseñada por Carl Sagan, Frank Drake y la artista Linda Salzman Sagan, la placa de las Pioneer era un mensaje grabado en una lámina de aluminio anodizada en oro. Su objetivo era claro: comunicar la existencia de la humanidad a cualquier civilización extraterrestre que pudiera encontrar la nave en un futuro remoto.

La placa contenía varios elementos clave:

- Una pareja humana: un hombre y una mujer desnudos, representando la forma biológica de nuestra especie.
- La propia sonda Pioneer: para dar una referencia de escala de tamaño.
- Un mapa pulsar: que indicaba la ubicación de nuestro Sol en la galaxia mediante 14 púlsares con sus frecuencias en código binario.
- Un esquema del Sistema Solar: señalando el origen de la nave y su trayectoria.

Aunque algunos criticaron la representación desnuda de los humanos por razones culturales, la placa fue un paso histórico en la idea de enviar mensajes al cosmos. Fue la primera vez que la humanidad dejó un "mensaje en una botella" en el vasto océano del espacio.

Pioneer 11: La primera nave en visitar Saturno

Si Pioneer 10 fue la pionera en Júpiter, Pioneer 11 llevó la exploración un paso más allá. Lanzada el 6 de abril de 1973, siguió una trayectoria similar a su gemela, realizando un sobrevuelo de Júpiter en diciembre de 1974. Pero su verdadero logro llegó en septiembre de 1979, cuando se convirtió en la primera nave en visitar Saturno.
Saturno visto por la Pionner 11 / NASA
Saturno visto por la Pionner 11 / NASA

Durante su paso, la Pioneer 11 se acercó a solo 21.000 km de la atmósfera del planeta, proporcionando las primeras imágenes detalladas de sus anillos y descubriendo un fino anillo exterior hasta entonces desconocido. Además, midió la temperatura de Titán, información que resultaría crucial para futuras misiones como Cassini-Huygens.

Al igual que Pioneer 10, su misión terminó en el espacio profundo. Su última señal fue recibida en noviembre de 1995, cuando ya se encontraba a más de 4.000 millones de millas del Sol. Fue entonces cuando el gerente del proyecto Pioneer, Fred Wirth, pronunció su famosa (y poética) frase: "La Pioneer 11 viajará como un barco fantasma por nuestra galaxia".Desde entonces, ha seguido su rumbo hacia lo desconocido, llevando consigo la misma placa dorada que su nave gemela.

El legado de las Pioneer y el siguiente paso: Los discos de oro de las Voyager

Las misiones Pioneer sentaron las bases para la exploración del Sistema Solar exterior y para la idea de enviar mensajes interestelares. Inspirados en las placas de estas sondas, Carl Sagan y su equipo diseñaron los discos de oro de las Voyager 1 y Voyager 2, lanzadas en 1977.

A diferencia de las Pioneer, los discos contenían un mensaje mucho más completo: saludos en 55 idiomas, sonidos de la Tierra, una selección musical diversa y 116 imágenes representando la vida en nuestro planeta. Si las placas de las Pioneer eran un símbolo sencillo de la humanidad, los discos de las Voyager eran una enciclopedia en miniatura de nuestra existencia.

Hoy en día, tanto las Pioneer 10 y 11 como las Voyager siguen viajando por el espacio interestelar. No sabemos si algún día serán encontradas por otra civilización, pero su sola existencia nos recuerda algo fundamental: la incesante curiosidad humana y nuestro deseo de trascender las fronteras de lo conocido.

Fuente imágenes: Ames Research Center / NASA